martes, enero 23, 2007
IDAS
Por la mañana muy temprano me voy a Ojén,
precioso pueblo vecino del que apenas nos separan diez km.
Conforme me separo del mar se abren los montes vestidos de verde y marrón. Un gran bosque mediterraneo con chumberas, encinas, pinos, alcornoques e incluso quejigos y pinsapos cambian el olor del salitre por el de la tierra húmeda.
A pesar de la corta distancia, el frío se hace mayor a medida que me alejo de mi pueblo.
Pocas horas después, regreso helada y contenta.
Sobre todo cuando el coche enfila cuesta abajo el termino de Marbella. Al fondo, tras las colinas se distingue el mar, Gibraltar y parte de la costa Marroquí. Se ve todo tan bello, tan tranquilo en la distancia que no parece real. Me puede la obligación y no paro a un lado de la carretera para hacer fotos. De haberlo hecho, no sé si mis obligaciones no se hubiesen diluido perdida la mirada en el mar. Dejo constancia del esfuerzo.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
7 comentarios:
Que bontio describes esos lugares, el frío y los árboles...
Muaaaaaaaaa.
Me gusta la frase "Pocas horas después, regreso helada y contenta." Entiendes por qué me gusta?
Besos
A Giovanni:
Quizas porque conoces la sensacíón de volver contento y helado. Extrañamente el frio no consiguio apagar el estado feliz que transmitian las imagenes que iba viendo, ayudaba bastante la musica de Verdi por los altavoces del coche.
Hermoso.
Me haces sentir en Marbella.
(Y eso que nunca he ido)
Gracias por traer mar a Madrid.
Mil cariños
Me gusta verte feliz.
Me sienta bien. Es curioso.
Besos.
Tan lejos y tan cerca. Ojén y Marbella que se miran desde la orilla y desde la atalaya. No hay como un día despejado: El Peñón de Gibarltar, el Monte Hacho, la Península de Tres Forcas, el monte Gurugú... África como un espejismo sobre el Mediterráneo.
como me gusta esos momentos. Paras, dejas el coche, sacas la cámara y haces una foto.
Publicar un comentario