Por la mañana, muy temprano, suena el teléfono.

La cara de mi marido me dice que son malas noticias y lo son.

De nuevo el teléfono es el vehículo que rompe el equilibrio diario y lo transforma todo.

Él siempre fue un hombre difícil. Su enfermedad le arrastraba a un mundo lejano situado dentro de su cabeza en el que no teníamos cabida.
Su inteligencia, prodigiosa, le facilitó hablar tres idiomas con fluidez y un cuarto con corrección. Tocar la guitarra y el piano, hacer trabajos de orfebrería y aprender lo que se propusiese en tiempo record.
Era amigo de sus amigos y enemigo de si mismo. Solo su perro cabía en su órbita sin estrellarse.
Su pánico a los médicos, la medicina y todo cuanto estuviese relacionado con ellos era producto de la propia enfermedad y quizás por ello dejo de cuidarse. Ser enfermo mental en este mundo cruel es llevar doble cruz y él nunca quiso conscientemente ser cruz de nada ni nadie. Su madre le quiso hasta la locura, más allá de razones, problemas, viajes, hospitales, desapariciones, trastadas, nunca tiró la toalla. Ayer, antes de ayer, mientras trajinaba en el cementerio ayudada por la serenidad de los muertos y el silencio de las tumbas, pensé en él y en todo lo que he vivido junto a él. Le he temido mucho a sus trastornos, pero también le he querido mucho por ser un hombre sencillo, justo, caritativo y cariñoso hasta donde su mundo le permitia.

No me gusta hacer panegíricos, me dan vergüenza. No me parece justo callar en vida y hablarle a la muerte. Por tanto no loare mas su vida, ni su muerte.

Donde quiera que estés, ojala que sigas sonriendo.

Canción: "que bonito"- Rosario
Gracias a todos los que me habéis acompañado durante esta pesadilla, sin vosotros todo habría sido aun peor si cabe. Especiales gracias a mi hermana Octubre, eres única. Gracias