jueves, agosto 25, 2005



Una vez a bordo del Audi, con más miedo que vergüenza, seguimos camino a la bella Granada. El segundo tropezón del día fue el almuerzo. Nos detuvimos a comer en un famoso restaurante por sus viandas que nos quedaba de camino cerca de las cuatro y media de la tarde. Mis hijos y su amigo se retorcían de hambre emulando a los niños del tercer mundo mientras yo miraba con asco la comida, histérica ante los kilómetros que aun me quedaban por recorrer. Mi marido, el Santo Job, tampoco tenia apetito por lo que apenas pedimos nada. No así los enanos que llenaron el ojo antes que la barriga y claro así fue la cuenta: Una pasada, luego dicen de Marbella. Aquí por lo menos pagas calidad y glamour, pero ya me diréis que glamour tiene la carretera de Granada y en cuanto a la calidad..... Me pareció escandaloso pagar 4 euros por un simple huevo frito más IVA, porque lo pedí sin patatas y sin nada y así vino. Conclusión: 130 euros menos de presupuesto y sin ganas de volver a Rio Frío ni a beber agua.

Llegamos, cuatro horas tarde, pero llegamos. A mi el temblor de piernas me duró dos días. No podéis imaginar la tensión que me produjo conducir coche ajeno.

(No puedo subir fotos aún porque no encuentro el cable de transferencia, si no aparece tendré que buscarme la vida para encontrar otro.)

Ya relajada me pasee por el valle y pude contemplar el primer atardecer de mis vacaciones. Me perdí en los rojos y verdes del campo. Deje que mi mente cansada se regocijara entre jara, almendros y olivos. El silencio entro en mí y todo fue distinto y lejano. Me sentí de vuelta a casa, a una casa que no existe, que no tiene espacio geográfico, que habita en mi mente y forma parte de mi.

Y ahí, en ese momento, de verdad empezaron mis vacaciones.

1 comentario:

Lula Towanda dijo...

Antes muerta que conducir un coche ajeno, incluso al propio no mas de 30 Kms. ¡que valor!
Una pasada lo de la comida.