
Algún tiempo después de empezar a trabajar conocí a una mujer que quería comprar su apartamento ideal. Apenas unos meses antes se había divorciado de quien fue su compañero durante casi dos décadas. La habilidad del abogado de ella y la "culpa" que según él sentía por haberla abandonado la convirtieron de la noche a la mañana en una mujer libre y con recursos más que suficientes para vivir holgadamente.
No puedo recordar quien nos presentó, conozco a tanta gente...., lo que si es seguro que era alguien que le transmitió seguridad en mi. Y sin quererlo ni imaginarlo, la mujer me hizo su confidente. Las muchas horas que pasamos juntas recorriendo lugares me dio la oportunidad de almacenar en mi memoria todos los "vicios ocultos" que derrumbó la pareja. Así, cuando llego el día en que había vaciado su corazón y la rabia que le quedaba sobre mi, me vi obligada a tener que darle mi opinión a fuerza de ruegos. Estábamos en ese exacto minuto en que si empiezas a hablar no hay marcha atrás y yo me veía a mi misma perdiendo una cliente.
Entonces sucedió lo inesperado en el zaguán del veinteavo edificio que visitábamos. Se paró en seco y miro a su alrededor. Me gusta, dijo. Me encanta Vamos. Y así sin más subimos al ascensor hasta la quinta planta. En esta ocasión no corría como un gamo de aquí para allá mirándolo todo, tocando sin parar. Ni siquiera visitó la cocina ó el baño. Me lo quedo, es mio. No salía de mi asombro, ¿que tenía aquel piso que no tuvieran otros? Ni el precio, ni las vistas, ni el mobiliario, nada. Nada mejoraba cualquiera de los otros que hubiéremos visto. ¿que era pues lo que la atraía de aquella manera? Intente saber sin ser en exceso curiosa sin resultado. Posponía las aclaraciones para mas adelante, cuando inaugurásemos el piso.
Como lo mio es vender y no la psicología barata aparque el tema en mi cabeza y culmine mi trabajo. Quedó pues en el aire mi opinión sin llegar a expresarse. Luego pasaron los días, los meses, las semanas y los años sin que nos volviésemos a ver. No me llamó para la inauguración.
A veces contaba la anécdota en cenas entre amigos y cada cual daba una idea, disparatadas por efecto del vino, pausibles de los abstemios, de que vio la mujer en aquel sitio. La respuesta la encontré hace unos días, me llamó para despedirse. Había vendido el piso a un sobrino y se marchaba a vivir a Canarias. Era mi ultima oportunidad de saber y no podía desperdiciarla. La llamaremos Manuela, aunque su nombre sea otro.
yo:- Manuela, siempre he querido saber por qué ese apartamento sí y los otros no. ¿cual fue el motivo?
Manuela: - ¿No te lo dije?. Supongo que no. Me daba vergüenza confersártelo. Te había dado tanto la lata con el tema, que me daba hasta pena. Mi ex vivía en el mismo edificio. Vi su nombre en el buzón junto al de una rusa nada mas entrar. Buscaba en la zona ya que me constaba que vivían por aquí. Decidí castigarle imponiéndole mi presencia.
yo:- No puedo creerte. Como es posible que vendas un apartamento magnifico por los dolorosos recuerdos que contiene e inicies tu nueva vida bajo el mismo techo de quien mas daño te ha hecho y por placer. Tu eres masoquista.
Manuela:- No, porque mi placer estába en verle ponerse amarillo cuando bajaba al portal por las mañanas y me encontraba a pie de puerta dispuesta a abrírsela. Cuando entraba en la panadería y me colaba detrás suyo para llamarle cerdo bajito o pisarle sin querer. Cuando iba a aparcar y me colocaba en medio del parking para que no pudiera hacerlo. Le tocaba el timbre por las noches, total era la puerta de al lado!!!!!!. Le he echado hasta lejía en el buzón.
yo:- y con la chica, ¿que tal?
Manuela:- Le he tirado dos veces del pelo en el ascensor. La primera vez fue la mejor, no me esperaba. Le he estropeado la ropa y si podia se la robaba de la terraza. Ella me robó a mi marido así que ..........
yo:- Pero Manuela eso es acoso. ¿nunca te han denunciado?
Manuela:- Tres veces, pero cuando llegaba el momento retiraban la denuncia. Y a mi me daba una rabia que me volvía loca. Yo quería un juicio para verle la cara al cerdo, para gritárle delante de todos el daño que me había infringido. Quería mirar a la rusa de arriba abajo y comerme su risa a base de improperios. Pero, chica, no pudo ser.
yo:- Y ahora, ¿que tal va todo? Supongo que con tu ida a Canarias podrás superarlo al fin.
Manuela:- Totalmente y gracias a la rusa. Conocí a su hermano, diez años mas joven que yo, y decidí pervertirle para hacerle daño. Sin embargo la pervertida soy yo y me he casado con él. Nos vamos los cuatro juntos y compartiremos una casa.
yo:- No se que decirte, es todo tan sorprendente. ¿es guapo?
Manuela:- ¿Guapo? Es un Adonis. Que me pongo a mirarlo y me pongo tonta. Y cuando habla, con esa voz de ruso y acento andalú me disloco. Miró al que fue el ídolo de mis carnes y pienso si seré tonta. Semejante payaso enquencle. Porque es que desde que vivo con mi Vladi todos los hombres me parecen poca cosa.
Seguimos hablando y hablando sabiendo que esta sería quizás la ultima vez que lo hiciésemos.
Extraños caminos tomó su destino hasta llegar a lo que la hacía feliz. No quiero pensar que la aventura Canaria acabé mal, aunque tiene todos los números para hacerlo.Nadie de aquellas cenas amigas se acercó en sus apuestas al filo de la verdadera historia. Perdimos todos.