jueves, enero 31, 2008

Y un poco más, más.

La rutina de los días le estaba resultando cómoda. Poco a poco había introducido cambios en su cuarto, su aspecto y su forma de actuar. Bartolome le provocaba pensar con sus sencillas explicaciones y lecciones sobre el cuidado del pelo. Sentía un gran respeto por él. La forma en que la trataba, los pequeños detalles y el corte de pelo fueron fundamentales en ello.
Su esposa, Margarita, hacía la que sentía verdadera ternura, les convenció para que Bartolome copiase un magnifico corte de pelo de una revista en el pelo de Charo.
Hasta entonces Charo siempre había llevado el pelo sobre el rostro. Era una forma de evadir las miradas y confrontar otras caras. Oculta bajo la maraña de cabello era casi imposible apreciar sus rasgos, sus facciones. Margarita insistía en la belleza de sus ojos, fue todo tan....., que le fue más fácil decir si que negarse. Desde el corte se miraba y veía a otra chica en el espejito del baño bajo la luz mortecina del techo. La mujer tenía razón, tenía bonitos ojos.

Una tarde más regreso a la que ahora era su casa. Llovía tanto que se estaba empapando incluso bajo el paraguas. Al entrar en el portal casi derriba a una mujer que acaba de hacerlo. Estaba oscuro y por un momento se sintió desorientada.

La horrible luz amarilla del portal descubrió a la vecina. Por primera vez la veía de cuerpo entero.
Parecía disfrazada de otra época. Aquellos zapatos de tacón rojos terminados en punta, o la blusa de falso satén color violeta, su pelo negro zahína largo hasta los hombros, las cejas burdamente pintadas y el color rojo intenso de su boca la hicieron pensar en putas.
En mi pueblo lo sería, puta vieja, pero puta, se dijo sin pensar. La vecina le pasó un pañuelo limpio y Charo se secó la cara. Al devolver el pañuelo cayó en la cuenta de la influencia de su abuela sobre ella. Como podía juzgar a la mujer cuando ella misma utilizaba ropa de camuflaje a todas horas. Se miró los pies enfundados en unas botas viejas conocedoras de tiempos mejores y sonrió. El viejo ascensor siempre andaba ocupado y a veces había que subir andando porque dejaban la puerta mal cerrada en alguna de aquellas ocho superpobladas plantas. Las dos se armaron de paciencia y se miraron sin disimulo.
-Me llamo Berta, creo que somos vecinas-, sin mas alargó la mano y cogió la de Charo.
- Yo soy Charo y si somos vecinas respondió sintiendo el calor de sus manos.
Sonrieron a la par mientras el ascensor chirriante paraba frente a ellas.

Quiero deciros que no era mi intención seguir subiendo la historia. Sin embargo, el interés suscitado me ha hecho recapacitar. No obstante, creo que terminando con el primer capitulo volveré a mis entradas de siempre. Gracias por el interés mostrado, me llena de satisfacción.
PARA TODOS:
I Feel Love - Donna Summer


10 comentarios:

juan rafael dijo...

Las mujeres, con diferentes cortes de pelo, cambias como de la noche al dia.
Besos.

Sibyla dijo...

La historia es interesante...
Me parece muy bien que la vayas alternendo con diferentes entradas.

Besos:)

Marudemarbella dijo...

Por una parte estoy enganchada y por otra no quiero que acabe, ¡eres genial!
Puedes ir poniendo capitulos de vez en cuando, que nos lo beberemos.
Un beso
maru

Paços de Audiência dijo...

Me recuerdas al infiel por naturaleza. Ese que le pedía a su mujer que cambiase de pelo para serle infiel día a día.

Unknown dijo...

Quiero saber más de la señora de los zapatos rojos.

Pedro Jorge dijo...

Hola. En lo que vale, a mí me gustaría seguir leyendo la historia. me gusta cómo creas atmósferas.

Saludos

Anónimo dijo...

pues vaya! nos dejas con las ganas de saber como sigue-acaba la historia...snif!

Anónimo dijo...

Sip, lo de crear atmósferas se te da de escándalo, y una mujer con zapatos rojos y tacón siempre atrae, es muy sugerente, ¿acabarán juntas?

Reina Letizia dijo...

Nunca entendía como una mujer se puede poner zapatos rojos. Das la nota.

Besos de Princesa

la-de-marbella dijo...

LETIZIA:

Estas muy equivocada. Los zapatos rojos son preciosos y dar la nota por algo bello, es dar envidia. Besos de plebeya